"¡Jardines no se toca! Todos los que vinimos queremos lo mismo. Hay que votar esto. El nombre Jardines del Hipódromo queda así", dijo un danubiano enfervorecido haciéndole honor a esos niños de escuela fundadores del club.
Gonzalo Peralta, quien ya le había explicado a toda la clase que la idea de la Comisión no era la de cambiar el nombre mediante un decreto continuó informando los lineamientos de un extenso trabajo. Como buen maestro, con claridad, paciencia y queriéndose anticipar a los problemas que le propondría su alumnado pasó a mencionar cómo debía iniciarse la votación dando a elegir entre dos nombres para una tribuna.
Otro de los 140 niños del pequeño salón levantó la mano:
- Sí, Juancito.
- Yo quiero argumentar por qué no le quiero cambiar el nombre a Jardines del Hipódromo y es algo que hay que someter a votación hoy mismo.
El director Leonardo Goicoechea intentó pedir orden pero los de enfrente estaban muy ocupados queriendo resolver en cinco minutos y a los gritos algo que a una Comisión le llevó cinco años. El problema a esa altura era que al parecer no convencía ninguno de los dos nombres que se propusieron para esa tribuna y querían otro, pero no cualquiera, uno que no estaba ni entre los diez candidatos. Algo que también estaba previsto y contemplado si optabas la opción de negativa o abstención.
Pero había que cambiar todo el sistema educativo. Ligó hasta María Julia Muñoz. Al parecer el método no era bueno y se iba a esperar un mes para volver a juntarse y al fin decidir sobre el tema.
Pero Martinsito gritó sin levantar la mano:
- ¡Jardines se tiene que seguir llamando Jardines! ¡Eso lo tenemos que hablar hoy!
Quedate tranquilo, Martín. De acá al 29 de mayo Jardines no va a pasar a llamarse Gran Parque Central. Todo va a seguir igual. Como desde hace 85 años.
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