Nos estamos viendo, viejo

Tus primeros pasos se dieron a la par de los de Danubio. Se criaron juntos en el mismo barrio. Como dos vidas predestinadas a pasarla juntas. 

Por aquél entonces a vos te malcriaban con los colores de Nacional. La opción fácil siempre es la más común. Pero, para algunos, lo fácil queda diminuto y resulta hasta una burla a la inteligencia.

Se enamoraron de adultos. El pequeño cuadro, contra todo pronóstico, ya se codeaba con los mejores en Primera. Se vistió de traje para recibir a los tricolores en su casa y vos acudiste a la cita. Ese día comenzó tu historia de amor-odio eterno. Lo primero se lo dedicaste a La Franja; lo segundo, a los jueces. ¿Cómo podían ser tan injustos? Nunca lo comprendiste pero, en parte, debería agradecerles. Te hicieron tomar la decisión que marcó varias vidas y especialmente a la mía. Una de las tantas por la que optaste que te definen como Ser. Fuiste a apoyar a un equipo y volviste fanático del rival. Tu honestidad guió a tu corazón hacia la elección más hermosa.

Tengo la certeza de que esta etapa no es de despedida. Nos estaremos viendo en todo momento. Pero hay uno en particular donde podré sentir tu corazón latiendo a la par del mío. Allí, en nuestra misa dominguera. Cuando vuelva a escuchar que son solo once tipos corriendo atrás de una pelota sonreiremos juntos con la complicidad que siempre tuvimos. Hasta el domingo, en el Viera, viejito querido.