Danubio perdió 4-1 frente a Fénix y se quedó sin chances de salir Campeón del Uruguayo Especial. La gente le reconoció y agradeció al grupo la tremenda campaña realizada.
Llueve tanto que entre foto y foto tengo que limpiar siempre el lente de la cámara. El frío de un 28 de junio no hace nada agradable estar empapado. A pocos metros corrían ellos. Apenas después de haber levantado pesas durante dos horas. Pensaron que no quedaba nada. Que iba a ser eludir un par de conos y terminar por el día. Pero Matías Eijo no se las puso fácil. Como previendo cómo iba a ser el Uruguayo "Especial". A la hora de ejercicios al máximo de exigencia Emiliano Ghan no pudo más y frenó para vomitar. Lejos de enternecer al cuerpo técnico comenzaron las bromas de su parte. El agotamiento no le sacó ni una sonrisa al resto de los integrantes del plantel. La escena se repitió dos veces más. Pero Emiliano no volvió a parar. Disimuló lo más que pudo mientras se limpió con la lluvia. Esta nunca aflojó. El plantel tampoco lo hizo hasta que el Profe pitó el final luego de tres horas. Y cayeron desplomados. Si habían superado eso en su primer día de entrenamientos, ¿qué iba a poder con ellos?
Y el fixture les marcó a Nacional en la primera fecha. Y empezaron perdiendo. Pero lo dieron vuelta en solo tres minutos. Y la segunda fecha les trajo un golpazo. Pero se levantaron para ganar otros tres al hilo. La tormenta no paró. Vino ese partido donde Danubio perdió tres puntos que fueron lo de menos. Es que cayó abatido en el primer minuto de juego Lucas Olaza para ya no volver más por el resto del campeonato. Ese lateral que parecía que había defendido al club desde la Escuelita, el que se encargó casi hasta de las pelotas quietas en los saques de arco, no pudo volver. Pero también se sumó Giovanni Zarfino. Ese gigante al que habría que trancarlo de a dos para ganarle una dividida, cayó en Sayago y el temblor retumbó hasta en Maroñas.
La siguiente prueba era Peñarol. Que también empezó arriba. Y por dos veces en un mismo partido este grupo lo dio vuelta. No aflojó, nunca. Y se quedó con los dos encuentros que son un premio en sí mismo. Porque les ganás contra todo. Porque los llevás a tu casa. Ahí donde ellos no mandan y lo saben. Porque acrecentás una tendencia en este siglo y golpeás la mesa con la misma rebeldía que no te permite parar ni en un entrenamiento cuando tu cuerpo entero te suplica que lo hagas.
Esteban Ostojich marcó el final en el Capurro. Danubio jugó con el corazón. Extenuado física y mentalmente perdió 4-1 frente a Fénix. La injusticia estaba consumada. Pero la lluvia no fue de goles. Y lo único que cayó esa tarde fueron los aplausos unánimes de una tribuna visitante nuevamente repleta.
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